lunes, 3 de agosto de 2009

La hora

Mañana se cumplirá un mes de las elecciones intermedias del 5 de julio de 2009. Mientras el partido ganador (PRI) se prepara para asaltar el poder legislativo, los otros dos partidos “grandes”, PRD y PAN, se encuentran enfrascados en debates internos que intentan explicar el varapalo recibido en las urnas.

En un principio parecía que Acción Nacional había entendido el mensaje de las urnas. Apenas al día siguiente de la jornada electoral, el presidente nacional Germán Martínez Cázares, anunció su renuncia irrevocable. Martínez dijo que “la derrota es el momento más claro para demostrar que en Acción Nacional hay dignidad, ética de la responsabilidad y cultura de la dimisión.” Sin embargo, en los días posteriores y ante el solitario registro como candidato a la presidencia de César Nava, anterior secretario particular del presidente Felipe Calderón y miembro numerario del grupo en el poder, quedó en evidencia que el cambio en Acción Nacional es cosmético, de hombre por hombre y que no significa ningún ajuste de estrategia ni autocrítica alguna.

En el PRD seguimos inmersos en buscar no a quién no las hizo sino a quién nos la paga. El fin de semana pasado se realizó en Morelia el Octavo Pleno del Consejo nacional donde se resolvió por unanimidad, la convocatoria al XII Congreso Refundacional del PRD que se realizará los días 2, 3, 4, 5 y 6 de diciembre en la Ciudad de México. Los detalles de organización del Congreso –la letra chica del contrato¬–, se realizarán en un próximo Consejo Nacional Extraordinario. Parece pues que se ha firmado un armisticio entre chuchos y amlos que les dará a ambos grupos la posibilidad de replegarse, abastecerse y reponerse para volver a enfrentarse en diciembre.

El PRD necesita hacer una intensa labor de cara al Congreso de diciembre. Es necesario volver al núcleo de la organización que es el Comité de Base. Debemos propiciar que la discusión y las resoluciones se den de abajo hacia arriba. Es indispensable que del Congreso de Diciembre surja un liderazgo nuevo que pueda ofrecer el aire fresco que tanto necesita el partido. Cuando Andrés Manuel López Obrador asumió en 1996 la presidencia nacional del partido, le dio a éste precisamente el impulso que necesitaba y que significó la victoria en las elecciones de 1997. El PRD necesita buscar entre los militantes que nunca han ocupado puestos de dirección al líder que conduzca al partido al 2012.

Sonó la hora de que los lideres históricos abran paso a una generación que entienda el lenguaje actual. Eso es lo que comprendieron los partidos socialdemócratas del mundo después de la oleada conservadora de los años ochenta del siglo pasado. Ni Tony Blair en Reino Unido, ni José Luis Rodríguez Zapatero en España, hubieran llegado al liderazgo de sus partidos y de ahí a la presidencia de los gobiernos de sus países, si la generación inmediatamente superior a la suya no hubiese tenido altura de miras para hacerse a un lado a favor de la nueva.

El PRD deberá refundarse y regenerarse. Para ir al 2012 debemos de integrar un Frente Amplio de Izquierdas y de Centro a la manera de El Olivo italiano que en 1996 llevaron a Romano Prodi a derrotar a Silvio Berlusconi. El Olivo fue una exitosa alianza electoral donde tuvieron cabida infinidad de grupos y partidos políticos que sin renunciar a sus diferencias se unieron a partir de los puntos de coincidencia, el principal: detener a la derecha. Y ese debe de ser el espíritu que guíe a los constructores de puentes. Si en 2006 Andrés Manuel no se hubiera distanciado del subcomandante Marcos o de Patricia Mercado y su Alternativa Socialdemócrata, ahí hubiera encontrado el caudal de votos que lo hubiera hecho presidente a pesar de algoritmos mágicos y casillas embarazadas.

Es la hora de abrirse no de cerrarse; de sumar no de restar; de construir no de destruir; de soñar no de añorar; de crear no de avasallar. Es hora de dar un paso al lado y no de aferrarse a las parcelas individuales.

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