lunes, 26 de enero de 2009

De candidatos y chisteras

Los partidos políticos nacionales han comenzado el tortuoso y turbio proceso de definición de las candidaturas para las elecciones federales de julio del 2009. El primer gran acuerdo de la nueva legislatura ya se ha dado. Todos los partidos, sin excepción, se han “reservado” (expresión eufemística de lo que antes se conocía simple y llanamente como “dedazo”) la mayoría de los distritos para poder definirlos con reglas oscurantistas y gruperas que solo entienden los alquimistas de distintos signos.

Estoy de acuerdo en que las dirigencias de los partidos deben de tener plena la libertad para integrar las listas de candidatos. Para eso elegimos a los líderes partidistas. No creo en la asambleitis ni en Fuente Ovejuna. Es una falacia que las elecciones primarias sean la panacea que resuelve el conflicto político. Lo que me parece atroz es la discrecionalidad con la que los institutos políticos cambian las reglas según sople el viento.

En las próximas semanas veremos a las chivas y los panchos cachondos de regreso. A los lobos intentar transmutarse en ovejas. A los cachorros de los caciques recibir la unción. A la chiquillada intentando crecer recogiendo el cascajo de los grandes. A los abyectos recibir su premio por ser disciplinados tapetes del general en turno.

La comedia “izquierdista” de la alianza de facto, puede terminar en una tragedia de proporciones monumentales. El PRI montado en un carrizo copetón –bonito por fuera y vacío por dentro–, comienza a cometer los errores que tanto le costaron: nepotismo, corporativismo y amiguismo. En el PAN se les hace bolas el engrudo y los partidos “emergentes” esperan para intentar reclutar a los inconformes de cualquier color.

Tengo la impresión de que el electorado, más preocupado por los problemas domésticos derivados de la crisis mundial, castigará severamente a los partidos dándoles la espalda el próximo 5 de julio. La votación será exigua. Las largas colas que vimos a lo largo y ancho del país antes de que venciera el plazo para renovar la credencial d elector, responden más a la necesidad de obtener un documento que se ha convertido en identidad oficial y no en el interés por participar en la fiesta de las dirigencias partidarias.

Obama llegó, juró sobre la biblia de Lincoln y tras el tartamudeo provocado por el error del Presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, se convirtió en el hombre más poderoso sobre el planeta. La euforia recorre el mundo. Pocas veces alguien logra generar tanta expectativa que sabemos que en política es peligrosa porque el tamaño de ésta es igual al de la decepción. Cuentan que cuando Cuauhtémoc Cárdenas tomó protesta como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, una persona se le acercó y le reclamó –“Oye Cuauhtémoc, ya llevas 15 minutos y nada…” Las expectativas irreales y utópicas conducen a decepciones épicas. Los problemas mundiales (económicos, de governanza, climáticos y religiosos) son de tal envergadura y de tal calado, que las soluciones deberán ser estructurales y profundas, por lo tanto lentas y tortuosas. Lo importante es empezar y al menos parece que Obama está dando pasitos firmes y certeros.

El panorama económico, paradójicamente, se obscurece más a medida en que se aclara la situación. Algunos analistas sostienen que la actual crisis representa para el capitalismo, lo que la caída del muro de Berlín significó al Comunismo. Economías centenarias como la británica, se tambalean peligrosamente. El rescate bancario mundial es un barril sin fondo. En el mundo capitalista se empiezan a escuchar voces que piden medidas que antes eran consideradas blasfemia comunista como la nacionalización, la estatización y el proteccionismo arancelario.

En México aún no queda claro qué tanto, hasta cuándo y hasta dónde calará la recesión mundial. El “acuerdo” promovido por la presidencia de la república es como dar una sobadita a un paciente policontuso. A nivel estatal y municipal, la cosa se pone peor porque la dependencia de la federación es tal que ni siquiera se puede calcular el tamaño del problema.

Lo único que queda claro es que los desafíos nacionales e internacionales requieren de políticos ágiles, abiertos, que sepan escuchar opiniones diversas y tomar decisiones ejecutivas. Las soluciones no existen, se tienen que inventar. Tonto será aquel político que busque en la vieja chistera soluciones arcaicas para problemas inéditos.

lunes, 19 de enero de 2009

Política y Fanfarronería

El estadista prusiano Carl Von Clausewitz afirmaba que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Otros piensan que la política debe de ser un espacio natural de guerra, de confrontación permanente. Unos más opinamos que la política debe ser el espacio de civilidad donde resolver las diferencias y encontrar los puntos de coincidencia.

A través de los tiempos han existido bravucones que ganan notoriedad ante la opinión pública no por las propuestas que realizan sino por el bajo nivel y la estridencia de sus declaraciones.

A los medios parecen fascinarles este tipo de personajes que aderezan la vida política con sus improperios, falacias y supuesto valor. Son comediantes que se hacen pasar por valientes pero que en realidad esconden sus miserias escupiendo al aire y lanzando excreciones al ventilador. Algunos se amparan en sus fueros constitucionales para denostar, difamar y calumniar. Golpean en público para intentar negociar en privado. Exigen en la plaza pública para suplicar en los despachos del poder. Insultan en la prensa y adulan en corto. Son arrojados en sus dichos y abyectos en sus hechos.

Pero a pesar de la efímera notoriedad que dichos personajes menores suelen alcanzar, los únicos papeles por los que pasan a la historia son los de comparsas y patiños de un actor principal. Son figurantes que sirven a los intereses del protagónico hasta que éste decide deshacerse de ellos. Es entonces que se vuelven contra su mecenas, muerden la mano que les dio de comer y terminan exhibidos para el escarnio público.

Sin embargo, no hay que llamarse a engaño. La escena política no puede entenderse sin los extras que llenan el paisaje y nos regalan algunos de sus más simpáticos y al mismo tiempo patéticos episodios. Los políticos serios deben de pasar de largo, evitar caer en los duelos barriobajeros y ocuparse de los problemas y desafíos reales. Los temas que amenazan a la humanidad, son tantos, tan diferentes y tan demandantes que responder improperios vertidos por palurdos iletrados es la mayor perdida de tiempo.

México requiere más debate y menos diatriba; más discusión y menos invectiva; necesitamos parlamentar más y despotricar menos. Reyes Heroles decía que forma es fondo. Lamentablemente casi siempre la falta de forma indica una falta de fondo. El que vilipendia carece de argumentos para disentir.

La critica al poder no solo debe de ser bienvenida sino que incluso debe de ser estimulada, porque el príncipe únicamente se da cuenta de sus errores cuando es lo suficientemente inteligente para escuchar las voces discordantes. Cuando el soberano se encierra en su palacio y únicamente escucha a sus corifeos entonces ha comenzado su irremediable camino sin retorno hacia la decadencia.

La crítica con argumentos lejos de hacer daño al gobernante, le fortalece y en contrapartida, las peroratas vulgares lejos de “pegarle” al destinatario lo victiman y hacen que sus apóstoles salgan a defenderle con pasión desenfrenada y mayor ahínco del que pondría el propio interesado. Esto no le sirve ni al golpeador, ni al gobernante pero menos aún a la sociedad.

La critica dirigida, el golpeteo electorero y la solicitud de audiencia enmascarada de declaración política son practicas arcaicas pertenecientes a un pasado que todos queremos olvidar. Flaco favor le hacen a la democracia los críticos sistemáticos de todo lo que haga el gobierno así como los defensores a ultranza de éste. Son las dos caras de una misma moneda: el ciego que no quiere ver, el sordo que no quiere oír y el mudo que no quiere habar.

México necesita actores políticos que vean más allá de sus narices y de las próximas elecciones; que escuchen a sus adversarios y no sólo a sus palafreneros; que hablen y digan de cara a la sociedad, que discutan públicamente los temas y que no rehúyan el debate ideológico. Un bravucón no es un valiente sino lo contrario; un bocazas habla mucho y entiende poco; un fanfarrón alardea mucho y asume pocas responsabilidades; un perdonavidas exhibe sus músculos ante el débil y se arredra frente al poderoso.

Un político, político, es aquel que antepone los intereses comunes a los propios auque esto no le signifique candidaturas políticas ni encabezados en los diarios. Un buen político es aquel que negocia acuerdos y construye soluciones, no el que los dinamita. Un buen político es aquel que piensa en las próximas generaciones y no sólo en las próximas elecciones.

viernes, 16 de enero de 2009

Carta de Obama a sus Hijas (Traducción: Arturo Martínez Núñez)

Queridas Malia y Sasha,

Se que las dos se han divertido mucho estos dos últimos años en la campaña, acudiendo a picnics, paseos y ferias, y consumiendo toda clase de comida chatarra que su madre y yo probablemente nunca les hubiésemos dejado comer. Pero también se que no siempre ha sido fácil para ustedes y mamá, y que aunque estén muy emocionadas por el nuevo perrito, esto no compensa el tiempo que hemos estado separados. Se lo mucho que me he perdido en estos dos años y hoy quiero contarles un poco más acerca de por qué decidí llevar a nuestra familia en este viaje.
Cuando yo era pequeño pensaba que todo en la vida era sobre mí, en cómo abrirme camino en el mundo, ser exitoso y obtener las cosas que anhelaba. Pero entonces ustedes llegaron a mi mundo con toda su curiosidad y travesuras y esas sonrisas que nunca dejan de llenar mi corazón y alumbrar mi día. Y de pronto todos los planes sobre mí mismo dejaron de ser importantes. Pronto descubrí que la mayor alegría en mi vida, era la alegría que yo veía en las suyas. Me di cuenta de que mi propia vida no significaría demasiado a menos que fuera capaz de asegurar que ustedes tuviesen todas las oportunidades de felicidad y realización en las suyas. Al final, niñas, es por eso que competí para ser Presidente: por lo que quiero para ustedes y para cada niño de esta nación.
Quiero que todos los niños asistan a escuelas dignas de las potencialidades de cada uno, que los desafíen, que los inspiren y en las que les sea inculcada la curiosidad por el mundo que les rodea. Quiero que tengan la oportunidad de asistir a la universidad aun si sus padres no son ricos. Quiero que tengan buenos trabajos: trabajos que sean bien pagados y que les proporcionen beneficios como la salud; trabajos que les permitan pasar tiempo con sus hijos y retirarse con dignidad.
Quiero forzar las fronteras del descubrimiento para que ustedes puedan ver nuevas tecnologías e inventos que mejoren nuestras vidas y hagan nuestro planeta más limpio y seguro. Quiero que forcemos nuestras propias fronteras humanas para ir más allá de las divisiones de raza y región, genero y religión, que nos impiden ver lo mejor en cada uno.
A veces, para proteger a nuestro país tenemos que enviar a nuestros jóvenes a la guerra y a otras situaciones peligrosas, pero cuando lo hagamos, quiero estar seguro de que sea únicamente por una muy buena razón, que nos esforcemos por resolver pacíficamente nuestras diferencias con los demás y que hagamos todo lo posible para garantizar la seguridad de nuestros hombres y mujeres en el servicio. Quiero que cada niño comprenda que las bendiciones por las que estos valientes americanos pelean no son gratis y que el gran privilegio de ser ciudadano de este país implica una enorme responsabilidad.
Esa fue la lección que su abuela trató de enseñarme cuando yo tenía su edad, leyéndome las líneas iniciales de la Declaración de Independencia y contándome sobre los hombres y mujeres que marcharon por la igualdad porque creyeron que esas palabras puestas en el papel hace más de dos siglos significaban algo.
Ella me ayudó a entender que Estados Unidos es grande no porque sea perfecto sino porque siempre puede ser mejorado y que el trabajo inconcluso de perfeccionar nuestra unión es tarea de todos. Es una responsabilidad que heredamos a nuestros hijos, acercándonos más en cada generación a lo que Estados Unidos debiera de ser.
Espero que ustedes recojan esta tarea, corrigiendo los errores que vean y trabajando por dar a otros las oportunidades que ustedes tuvieron. No solo porque tengan la obligación de retribuirle a este país que lo mucho que ha dado mucho a nuestra familia –aunque no están forzadas a ello–, sino porque tienen una obligación con ustedes mismas. Porque hasta que uno engancha su vagón a algo más grande que uno mismo, nos damos cuenta de nuestro verdadero potencial.
Estas son las cosas que quiero para ustedes: que crezcan en un mundo sin límites para sus sueños y sin metas fuera de su alcance; que crezcan como mujeres compasivas y comprometidas que ayuden a construir ese mundo. Y quiero que cada niño tenga las mismas oportunidades para aprender y soñar, para crecer y prosperar que ustedes tienen. Es por ello que he llevado a nuestra familia en esta gran aventura.
Estoy muy orgulloso de ambas. Las amo más de lo que se imaginan. Y les agradezco cada día por su paciencia, porte, gracia y humor mientras nos preparamos para iniciar nuestra nueva vida juntos en la Casa Blanca.

Amor,

Papá

lunes, 12 de enero de 2009

Confirmación

A partir de la semana pasada dio inicio uno de los rituales más atávicos y atractivos de la democracia estadounidense. El artículo II, sección 2, párrafo 2 de la Constitución de aquel país señala que el presidente tiene “el poder, con la recomendación y consentimiento del senado”, para nombrar a los oficiales del gobierno.

“Recomendación y consentimiento” (advice and consent) es una combinación ambigua de palabras que fueron escritas por los padres fundadores de los Estados Unidos precisamente con la intención de mantener el frágil equilibrio de poderes entre aquellos que deseaban una presidencia fuerte e unipersonal y los partidarios de un presidente supeditado al congreso. El presidente tiene el “poder” para “nombrar” a lo miembros del gabinete pero siempre que escuche la “recomendación” y cuente con el “consentimiento” del senado.

Tradicionalmente las audiencias de confirmación, son espacios que utilizan los comités senatoriales respectivos –en el Senado de los EU, “sólo” existen 24 comisiones (committees), pocos si los comparamos con las 70 que existen en el Senado Mexicano (57 ordinarias, 7 especiales, 5 bicamerales y 1 comité de transparencia)– para interrogar e inquirir no únicamente al candidato propuesto sino a la propia secretaría en cuestión. Por ejemplo, el próximo día jueves en que Hillary Clinton acuda a su audiencia respectiva ante el Comité de Relaciones Exteriores, será cuestionada acerca de su capacidad y probidad para ejercer el cargo de Secretaría de Estado, pero también será la oportunidad para que tanto el gobierno entrante como la oposición, fijen posturas claras sobre los temas de la agenda exterior estadounidense.
Históricamente han sido pocas las veces en que el senado rechaza alguna nominación presidencial al gabinete. Dos casos recientes nos ayudan a ilustrar el a veces tortuoso proceso de ratificación de los miembros del gabinete presidencial estadounidense.

El 3 de enero de 2001, Linda Chávez fue nominada por el presidente Bush para ocupar la Secretaría del Trabajo. A partir de ese momento, Chávez fue investigada tanto por la prensa como por el FBI revelándose que supuestamente había tenido trabajando en su casa a una inmigrante ilegal Guatemalteca por más de diez años. Ante el escándalo, Chávez retiró su candidatura el 9 de enero. Posteriormente fue absuelta de los cargos. De manera parecida, el gobernador de Nuevo México Bill Richardson, propuesto por Barack Obama par la Secretaría de Comercio, retiró su candidatura el pasado día 4 al difundirse que el New York Times tenía información sobre una investigación federal en su contra por presuntos contratos otorgados sin licitación a donantes de su campaña. En ambos caso, fueron los medios los que a través de la investigación pública frustraron las aspiraciones de estos personajes.

El sistema de escrutinio político americano que a veces pareciera excesivo, e invasivo de la delgada línea entre lo público, lo privado y lo íntimo, es en realidad una representación republicana de corresponsabilidad, respondabilidad (así con d) y rendición de cuentas.
En México sería impensable que los presidentes y gobernadores sometieran sus propuestas de funcionarios a la aprobación de los congresos y al escrutinio de la opinión pública. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, únicamente prevé que el senado ratifique “los nombramientos que el mismo funcionario (el presidente de la república) haga del Procurador General de la República, Ministros, agentes diplomáticos, cónsules generales, empleados superiores de Hacienda, coroneles y demás jefes superiores del Ejército, Armada y Fuerza Aérea Nacionales (…)”. De la misma manera, cada Entidad Federativa tiene disposiciones al respecto. En Guerrero por ejemplo, el congreso del estado “designa” al Procurador de entre una terna propuesta por el Gobernador. En el Estado de México, éste es “designado” por el gobernador pero “ratificado” por las dos terceras partes del congreso.

Los actores políticos se rasgan las vestiduras cada vez que hablan de la dichosa Reforma del Estado. Para lograrla, se crean leyes y comisiones con nombres rimbombantes y pretenciosos (la federal se llama CENCA, Comisión Ejecutiva de Negociación y Construcción de Acuerdos del Congreso de la Unión) se les asignan jugosos presupuestos y hasta la fecha los resultados han sido nulos, se va por las ramas, se reforman leyes secundarias como las electorales pero nunca se logra entrar al tema de fondo que es la repartición democrática del poder porque esto significaría para todos los actores darse un balazo en el pie y nadie en este momento parece dispuesto a ello.

lunes, 5 de enero de 2009

Cuba, 50 años

Hace cincuenta años, el 31 de diciembre de 1958, Fulgencio Batista y su corte, abandonaban La Habana con rumbo de Santo Domingo definiendo así, el triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro y sus “barbones”.
A pesar de la inminente victoria, el Comandante Castro (Fidel para el pueblo) no entraría a la capital cubana hasta el día 8 de enero, después de un periplo, una marcha victoriosa que lo llevaría a recorrer las ciudades más importantes de la isla y calentar así el ambiente para una entrada apoteósica en medio de los vítores de los habaneros que se lanzaron a la calle a recibir al comandante que entonces contaba con únicamente 32 años.
Fidel y sus carismáticos compañeros, –señaladamente Camilo Cienfuegos y un medico argentino al que conoció en México llamado Ernesto Guevara de la Serna, el Ché–, despertaron en toda Latinoamérica la esperanza de que la revolución era posible, es más, no solo era posible sino que se encontraba a la vuelta de la esquina.
Las primeras medidas del gobierno revolucionario como la Ley de Reforma Agraria que terminó con los latifundios y las campañas de alfabetización y salud pública marcaron el rostro de una revolución que se disponía a demostrar con hechos que era posible un cambio real que llevara la justicia a los más desprotegidos.
A partir de entonces, el gobierno de los Estados Unidos, encabezado entonces por Dwight D. Eisenhower ha hecho todo lo imaginable por derrocar a Castro. 10 presidentes de la nación más poderosa y medio siglo después, Cuba sigue siendo el referente en cuanto a la dignidad y soberanía que deben usarse contra el imperio.
Los Aniversarios son fechas que marcan los ciclos humanos y son ocasiones propicias para realizar balances y evaluaciones. La Revolución Cubana merece un análisis serio y frío que nos lleve a dimensionar con objetividad sus alcances y limitaciones. Con motivo del 50 aniversario, se han vertido ríos de tinta tanto de los seguidores como de los detractores de éste proceso histórico. Unos y otros utilizan los indicadores que les convienen para señalar los éxitos de la revolución o para condenar su fracaso. Sin embargo existen indicadores serios y no partidarios que nos ayudan a situar a Cuba y su revolución.
El Indice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) coloca a Cuba en el lugar 51 (.838), por encima de México, 52 ( .829) y muy por encima de países con condiciones de desarrollo similares a la isla como República Dominicana, 79 (.779), o Haiti, 146 (.529). Más aún, Cuba aparece muy por encima de entidades de la República Mexicana como Guerrero (.7296), Oaxaca (.7164) y Chiapas (.7076). Únicamente los estados de Nuevo León y el Distrito Federal aparecen por arriba de la isla.
Los detractores de la Revolución argumentarán que el IDH no mide los aspectos políticos ni de libertades políticas y tienen razón. Pero es una realidad que el IDH se ha convertido en el único referente científico para medir el desarrollo en los países.
A 50 años de la Revolución Cubana y en medio de una crisis mundial, es indispensable analizar modelos alternativos de desarrollo para que cada nación pueda diseñar el que mejor le convenga. Uno de los errores del neoliberalismo (que ni es nuevo ni es liberal), ha sido confundir la globalización con la homogeneización.
Nadie en su sano juicio, está en contra del intercambio económico, político y cultural entre los distintos pueblos del mundo. Contra lo que hay que estar en desacuerdo es con el intento de la única súper potencia por igualar todo a imagen y semejanza de la metrópoli: una sola forma de Estado, la gringa; un solo idioma, el inglés; una sola forma de cultura, la emanada de Hollywood.
A 50 años del triunfo de los barbones, celebramos la victoria de un pueblo que supo decir ¡ya basta! y que ha enfrentado con dignidad admirable al Estado más poderoso que jamás haya existido. Celebramos la comprobación de que existen otras formas de organizarse para convivir y no únicamente las que dictan desde Washington. A 50 años del triunfo de la Revolución, deseamos que ese pueblo heroico sepa encontrar soberana y libremente, una nueva forma de coexistencia alejada tanto de Miami como de la gerontocracia que languidece día con día y repite los errores que dieron origen a su propia existencia.