lunes, 5 de enero de 2009

Cuba, 50 años

Hace cincuenta años, el 31 de diciembre de 1958, Fulgencio Batista y su corte, abandonaban La Habana con rumbo de Santo Domingo definiendo así, el triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro y sus “barbones”.
A pesar de la inminente victoria, el Comandante Castro (Fidel para el pueblo) no entraría a la capital cubana hasta el día 8 de enero, después de un periplo, una marcha victoriosa que lo llevaría a recorrer las ciudades más importantes de la isla y calentar así el ambiente para una entrada apoteósica en medio de los vítores de los habaneros que se lanzaron a la calle a recibir al comandante que entonces contaba con únicamente 32 años.
Fidel y sus carismáticos compañeros, –señaladamente Camilo Cienfuegos y un medico argentino al que conoció en México llamado Ernesto Guevara de la Serna, el Ché–, despertaron en toda Latinoamérica la esperanza de que la revolución era posible, es más, no solo era posible sino que se encontraba a la vuelta de la esquina.
Las primeras medidas del gobierno revolucionario como la Ley de Reforma Agraria que terminó con los latifundios y las campañas de alfabetización y salud pública marcaron el rostro de una revolución que se disponía a demostrar con hechos que era posible un cambio real que llevara la justicia a los más desprotegidos.
A partir de entonces, el gobierno de los Estados Unidos, encabezado entonces por Dwight D. Eisenhower ha hecho todo lo imaginable por derrocar a Castro. 10 presidentes de la nación más poderosa y medio siglo después, Cuba sigue siendo el referente en cuanto a la dignidad y soberanía que deben usarse contra el imperio.
Los Aniversarios son fechas que marcan los ciclos humanos y son ocasiones propicias para realizar balances y evaluaciones. La Revolución Cubana merece un análisis serio y frío que nos lleve a dimensionar con objetividad sus alcances y limitaciones. Con motivo del 50 aniversario, se han vertido ríos de tinta tanto de los seguidores como de los detractores de éste proceso histórico. Unos y otros utilizan los indicadores que les convienen para señalar los éxitos de la revolución o para condenar su fracaso. Sin embargo existen indicadores serios y no partidarios que nos ayudan a situar a Cuba y su revolución.
El Indice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) coloca a Cuba en el lugar 51 (.838), por encima de México, 52 ( .829) y muy por encima de países con condiciones de desarrollo similares a la isla como República Dominicana, 79 (.779), o Haiti, 146 (.529). Más aún, Cuba aparece muy por encima de entidades de la República Mexicana como Guerrero (.7296), Oaxaca (.7164) y Chiapas (.7076). Únicamente los estados de Nuevo León y el Distrito Federal aparecen por arriba de la isla.
Los detractores de la Revolución argumentarán que el IDH no mide los aspectos políticos ni de libertades políticas y tienen razón. Pero es una realidad que el IDH se ha convertido en el único referente científico para medir el desarrollo en los países.
A 50 años de la Revolución Cubana y en medio de una crisis mundial, es indispensable analizar modelos alternativos de desarrollo para que cada nación pueda diseñar el que mejor le convenga. Uno de los errores del neoliberalismo (que ni es nuevo ni es liberal), ha sido confundir la globalización con la homogeneización.
Nadie en su sano juicio, está en contra del intercambio económico, político y cultural entre los distintos pueblos del mundo. Contra lo que hay que estar en desacuerdo es con el intento de la única súper potencia por igualar todo a imagen y semejanza de la metrópoli: una sola forma de Estado, la gringa; un solo idioma, el inglés; una sola forma de cultura, la emanada de Hollywood.
A 50 años del triunfo de los barbones, celebramos la victoria de un pueblo que supo decir ¡ya basta! y que ha enfrentado con dignidad admirable al Estado más poderoso que jamás haya existido. Celebramos la comprobación de que existen otras formas de organizarse para convivir y no únicamente las que dictan desde Washington. A 50 años del triunfo de la Revolución, deseamos que ese pueblo heroico sepa encontrar soberana y libremente, una nueva forma de coexistencia alejada tanto de Miami como de la gerontocracia que languidece día con día y repite los errores que dieron origen a su propia existencia.

2 comentarios:

Construyendo dijo...

Artur, Tengo mis serias diferencias con tu análisis, excepto por el final. Cuando vas a Cuba o hablas con cualquiera que aún vive allí, eso del índice que seguro que es cierto parece como un dogma más. Creo que en Cuba ni el mismo Raúl Castro celebra ya esos 50 años de aquel día, sino más bien el continuar en el poder. te recomiendo meterte al blog de Generación Y, ese es una buen retrato cotidiano de nuestra realidad, que ya está harta de cifras y de vanagloriaciones vanas e inservibles para un pueblo que ya olvidó lo que realmente significa soñar y utopía. Me alegra que nos tengas presente, pero esos 50 años para nosotros ahora son ya una condena y más bien lo que estamos urgidos es de no celebrarlo más, de cambio, de otras palabras, de otras celebraciones que nos lleven al futuro, a algún futuro.

Cojones Soplais dijo...

Querida: Si yo no quise hacer una apología de lo insostenible sino un mini análisis con base al único indicador que hay que es el IDH. Me queda claro que el régimen de los ancianos debe morir ya...
Te mando besos....