martes, 22 de febrero de 2011

Latinos en los Estados Unidos

Los primeros resultados de los Censos de Población realizados en casi todos los países del mundo en 2010 comienzan a arrojar resultados sorprendentes. Llama la atención en el caso del de los Estados Unidos la importancia y el peso que siguen adquiriendo los Latinos, en su inmensa mayoría de origen mexicano.
Algunos especialistas destacan el caso del estado de Texas como ejemplo de lo que serán los Estados Unidos del mañana. La población total de Texas aumentó en 4.2 millones –20.6%– atribuidos principalmente a los Latinos. La población total de Texas rebasó los 25 millones de habitantes, convirtiéndolo en el segundo estado más poblado de la Unión Americana. El crecimiento ha significado también un incremento de cuatro asientos en la Cámara de Diputados. Los Latinos han significado el 65% del incremento en la población, mientras que los “blancos no latinos” son el grupo que menos aumenta con 4%. Los afroamericanos aumentaron en un 22%.
Hay dos grupos poblacionales que se están desarrollando en Texas: los anglos de edad avanzada y las jóvenes provenientes de minorías. También ha contribuido a este aumentos poblacional en Texas, la situación de violencia en México: durante el periodo del 2000 al 2010, la población de Brownsville creció un 25% mientras que Laredo aumentó en 33%.
Sin embargo el mayor aporte a este crecimiento ha sido el superávit poblacional natural de los Latinos (mayor numero de nacimiento que de muertes). Por primera vez en la historia, Texas tiene menos de la mitad de habitantes de origen anglo: 45%, mientras que los latinos representan ya el 38% de la población. Texas sumó en este periodo a un millón de menores de 18 años, 95% de ellos de origen Latino.
La población de origen latino, especialmente mexicano, sigue aumentando en los Estados Unidos. Es tiempo que esa fuerza demográfica se transforme en una fuerza política. No es posible que siendo los latinos la minoría mayor en los Estados Unidos, no existan gobernadores Latinos, que el único alcalde relevante sea el de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa (elegido apenas en el 2005) y que la fuerza en el congreso sea marginal (apenas 2 de 100 senadores y unos cuantos diputados). Es momento de hacer valer el poder de la calle en los pasillos de Washington.
De muy poco sirve tener fuerza en la calle si nuestros paisanos no logran convertirla en poder real y en políticas publicas que beneficien a los mexicoamericanos.
La cara de Texas hoy será la cara de los Estados Unidos mañana. De la capacidad de organización de los paisanos dependerá que se conviertan en la fuerza política principal en los Estados Unidos o que permanezcan expuestos a los humores y vaivenes de intereses ajenos.
La libertad se conquista no se implora, decía el caudillo de los andes, nadie le dará a los latinos lo que ellos no conquisten en las calles y en las urnas. Los acontecimientos en el mundo árabe sólo vienen a confirmarnos que la movilización social es el método mas efectivo para la transformación de las cosas.
De Marruecos a Jordania, una ola de rebeldía popular se expande como bendita epidemia. Los medios de comunicación pero principalmente la redes sociales, juegan cada vez mas un papel central en la lucha política.
Los viejos regímenes que parecían inamovibles caen como castillos de naipes. Un viento de cambio sopla en el mundo y los latinos no pueden permanecer al margen de este. Es tiempo de que el gigante dormido despierte. Es hora de que los mexicanos en Estados Unidos hagan valer su peso en votos.

lunes, 14 de febrero de 2011

Hidra

El viernes pasado Acapulco se cimbró con la macabra noticia de que un pequeño de apenas siete años había sido levantado, asesinado, embolsado y tirado con un narcomensaje cerca de su domicilio en la populosa Infonavit Alta Progreso.
A decir de los vecinos, el pequeño Rodrigo había salido de su casa porque sus padres lo habían mandado a comprar las tortillas. Casi veinticuatro horas después, el cadáver de Rodrigo fue tendido por las bestias criminales.
Las circunstancias y particularidades del terrible hecho, son asunto de las autoridades competentes. No me interesa especular acerca de posibles razones de lo irracional. No hay circunstancia alguna que justifique la muerte, vejación y martirio de un pequeño inocente. Nada justifica ni puede atenuar la barbarie.
Desafortunadamente, noticias como ésta son cada día mas frecuentes. A lo largo y ancho del país, mexicanos inocentes, “daños colaterales” como les llaman en el lenguaje bélico, caen victimas del fuego cruzado de una guerra que nadie pidió y nadie quiere. Peor aun, una guerra donde no se avanza ni se retrocede. Es la guerra contra la Hidra de Lerna que en cuanto pierde una cabeza dos nuevas brotan en su lugar.
Los mexicanos debemos preguntarnos hasta dónde estamos dispuestos a llegar en una guerra alocada y sin estrategia que mas bien recuerda a un perro persiguiéndose la cola. Y no se trata como dicen los corifeos del Presidente, de renunciar o claudicar, se trata de actuar con inteligencia para erradicar a un mal que son muchos males a la vez.
El problema del trafico de sustancias prohibidas tiene que dividirse en dos subtemas: uno es el tema de la salud pública y otro es el tema de la corrupción y la violencia derivadas del poder económico que genera el negocio.
El problema de salud pública debe, a su vez, ser atendido en dos vertientes: la primera es la prevención a través de la educación, la información y los valores familiares y la segunda es la rehabilitación de los adictos a las sustancias.
Para resolver el tema de la violencia y la corrupción política y social producto del enorme valor del negocio de las drogas es necesario que entremos, como nación, a la discusión abierta y sin atavismos sobre la pertinencia de la despenalización de las drogas.
No se trata de claudicar o de no hacer nada como maniqueamente dice el Presidente Calderón. Se trata de que redoblemos la lucha pero lo hagamos con inteligencia, con estrategia y con un plan claro. Se trata de que dejemos de disparar con escopeta y comencemos a hacer tiros de precisión. La guerra contra el narco debe de dejar de ser la guerra de Felipe y debe ser la lucha de todos los mexicanos contra un cáncer que nos carcome día con día. Que sea una batalla del conjunto del Estado mexicano y no sólo de una facción política que la comenzó con el único fin de ganar en las calles la legitimidad que no pudieron ganar en las urnas.
En vez de que el ejercito esté repartido por todo lo ancho de la larga, abigarrada y complicada geografía nacional, podríamos establecer un sello aéreo y marítimo para impedir el trasiego de sustancias provenientes del Sur. Una especie de No Fly Zone similar a la que existió en Irak entre 1992 y el 2003, donde se restringen por completo los vuelos y la navegación de vehículos en determinadas aéreas so pena de ser destruidos sin que medie explicación alguna. Esto puede ser implementado en el Caribe, en una franja del Pacífico y en el golfo de Tehuantepec por ejemplo.
El fuego nos ha llegado a los aparejos y continuar con una guerra a ciegas es seguir dando palos de ciego o lo que es peor, es como apagar un incendio químico con agua: el resultado es exactamente el contrario del que se quiere lograr.
Desafortunadamente el caso del pequeño Rodrigo sólo será el primero de muchas casualties of war, como le llaman los estadounidenses de manera eufemística a las muertes de civiles. Todos los días vemos como en el “México Rojo” crecen dramáticamente los casos de muertos por el único delito de estar en el momento equivocado en el lugar equivocado.
¿Hasta cuando permitiremos que el país se nos desmorone entre las manos? ¿Cuántos Rodrigos son necesarios para que entendamos que algo no anda bien? ¿Hasta qué punto el gobierno federal reconocerá que es necesario modificar la estrategia?
Un gobernante que no escucha y se convierte en un rehén de su propio palacio, está condenado al fracaso. Un gobernante que piensa que todas las criticas son inducidas ha perdido la sensibilidad. Un gobernante que ha dejado de entender que su único jefe es el pueblo ha dejado de ser útil para sus gobernados.

jueves, 10 de febrero de 2011

Gobierno, transición y entrega

El pasado domingo Ángel Aguirre Rivero recibió la constancia que lo acredita como gobernador electo del estado de Guerrero. Al margen de las impugnaciones que realice la coalición perdedora y a las que desde luego tienen derecho, con el fin del cómputo se cierra una etapa de la elección y comienza otra, intensa, trepidante y muy interesante.
Acaso los dos momentos claves de los gobiernos democráticos sean por un lado el proceso presupuestal y por otro la integración del equipo de gobierno. La integración del equipo de mujeres y hombres que acompañarán al nuevo gobernador será fundamental para enviar mensajes al electorado.
La composición heterogénea y amplia de la coalición Guerrero nos Une hace que el proceso sea aún más interesante. Son muchas las expectativas y muchos los padres y madres de la victoria. Todos los actores y equipos sienten –con razón– que hicieron los méritos suficientes para merecer posiciones al interior del nuevo gobierno.
El gobernador electo habrá de echar mano de sus mejores recursos como operador para lograr conducir un proceso en el que no hay forma de que todos los suspirantes queden satisfechos.
El gobierno no puede y no debe ser botín de guerra a dividirse entre los partidos, tribus ni grupos. Debemos de escuchar el mandato de las urnas que le han otorgado a Aguirre una mayoría clara y contundente, un voto de confianza adelantado, para que forme gobierno con base a los perfiles y no a las cuotas.
El gobernador electo Aguirre debe de tener confianza plena pues su legitimidad proviene de los votos del pueblo. Pero debe de atender a las voces que escuchó en campaña. Nadie como él tiene el pulso y el sentir del estado. Por eso lo ha recorrido y pudo conocer de primera mano los problemas y los sueños de los guerrerenses.
Un gobierno exitoso e incluyente debe de tomar en cuenta a los partidos, a los personajes pero también a la sociedad y a las asociaciones académicas y profesionales. Debe de tener equilibrio entre mujeres y hombres; entre experiencia y voluntad; entre militancia política y civilidad social. El gobierno debe integrarse con muchas de las personas que trabajaron intensamente durante la campaña pero debe de incluir a importantes sectores sociales sin militancia. Debe de tener un gran componente de actores políticos pero tener presente también a los técnicos.
Los gobiernos modernos no son organismos monolíticos e inamovibles. Los funcionarios deben de tener presente que la única persona elegida por el pueblo es el gobernador del estado. Por ello todos los servidores públicos deben de revalidar cada día sus nombramientos con resultados y acciones de gobierno. El gobernador debe de tener la suficiente agilidad para remover, cambiar, alternar y enrocar a las piezas de su tablero. Que nadie se confunda y crea que los nombramientos son para siempre. Que nadie utilice su puesto como ínsula o plataforma de lanzamiento. Un gobierno debe de ser un equipo donde todos trabajan para que un solo jugador anote los goles. Cuando cada miembro del equipo juega para sus propios intereses significa que algo anda mal.
La fuerza del gobierno y del equipo dependerá de la capacidad de cohesión y conducción del líder. También de su capacidad para realizar los cambios necesarios oportunamente.
De aquí al 1 de abril hay que conformar el equipo de transición, diseñar e integrar el gobierno y tener una entrega-recepción cordial, eficaz y eficiente.
Es fundamental que enterremos las hachas y los tambores de guerra. Guerrero nos necesita a todos. Guerrero necesita de la grandeza y el desprendimiento de sus hombres y de sus mujeres. Es necesario hacer a un lado las aspiraciones personales –por legitimas que estas sean– en la búsqueda de un bien común.
Aquellos que pretendan intercambiar su trabajo en campaña o sus bonos políticos por puestos o cuotas estarán decepcionando al pueblo de Guerrero. La voz de las urnas ha sido clara y contundente. Mal hará aquél que no quiera escucharla.