
Nunca me han gustado las cuotas políticas ni las leyes que pretenden ponerle cercas al viento. Sin embargo, entiendo el tema de la acción afirmativa, discriminación positiva o como quiera llamársele al conjunto de políticas públicas que buscan hacer más igualitaria la vida de los grupos vulnerables.
Desde mi punto de vista, el reconocimiento del derecho al sufragio femenino, fue el gran avance del siglo XX en materia de derechos civiles, porque si bien es cierto que en el siglo que concluyó pudimos ver diversos ejemplos del avance en la materia –negros, judíos, pueblos originales, discapacitados–, ninguno se compara con la acción de que poco más del 50% de la población accediera plenamente al derecho civil y político por excelencia que es el sufragio libre y secreto.
En México el derecho al voto femenino quedó instaurado en 1953 aunque desde 1947 ya existía para el caso de las elecciones municipales. Sin embargo, hoy el derecho al voto no significa mayor acceso a los puestos de decisión y esto es atribuible completamente a los partidos políticos.
En el caso de Guerrero, de los 46 diputados que integran la actual legislatura, únicamente 8 son mujeres (4 PRD, 3 del PRI y 1 del PAN), es decir el 17%. En el caso de los ayuntamientos la cosa es aun peor y de los 81 alcaldes, solo hay 4 mujeres, el 3%.
En Guerrero, hay inscritas en el padrón electoral 1189006, el 52.39% del total. Como se puede apreciar, la cantidad de mujeres no corresponde a la representación que tienen en los puestos de elección popular, creando una muy grave sub representación.
En sucesivas reformas electorales, se ha intentado garantizar cuotas mínimas de acceso para las mujeres sin que esto se haya traducido en equidad auténtica. Los partidos políticos siempre encuentran recovecos y argucias legales para no cumplir el espíritu de la ley y cubrir a través de suplencias, las llamadas cuotas de género.
Las mujeres tienen en sus manos el preciado instrumento para cambiar esto. Si hubiera una organización real de género, podrían obligar a los partidos a modificar su conducta condicionando su voto y entregándoselo sólo a aquellos que cumplieran cabalmente con este principio.
Porque no nos engañemos. La dominación por parte de los hombres, no terminará por generación espontánea. El género masculino difícilmente se dará un balazo en el pie. Porque el poder y la libertad no se imploran, se conquistan en el campo de batalla como decía el caudillo andino.
El día que las mujeres unidas como genero al margen de sus diferencias partidarias se unan para reclamar lo que les corresponde, no habrá leyes ni cuotas ni discriminaciones que puedan detener su avance. Es necesario en consecuencia que así como en su momento lo hicieron otros grupos vulnerables, las mujeres se unan alrededor de una agenda política común.
Las mujeres son la mitad del mundo y madres de la otra mitad. Hasta que no exista una representatividad justa, no podremos hablar de democracia sin adjetivos. México seguirá siendo una democracia de mentiritas donde el poder real está reservado para los grupos de presión auténticos. La mitad del país seguirá padeciendo el aislamiento político.
Las mujeres pueden y deben de ser la punta de lanza, la cabeza del ariete, que abra las puertas de la democracia a otros grupos en condiciones aún menos favorecidas como los pueblos indígenas, los gays, transexuales, bisexuales y discapacitados físicos e intelectuales.
Los partidos tienen una oportunidad de oro para honrar a las mujeres más allá de los discursos que se pronuncian cada 8 de marzo y esta es honrar el espíritu de la igualdad e integrar, para el proceso electoral próximo, listas donde al menos el 50% de sus candidatas sean féminas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario