miércoles, 11 de marzo de 2009

11-M

Un artículo que publiqué en 2004 y que –desafortunadamente–, 5 años después, tiene plena vigencia....

Madrid, 11 de Marzo de 2004.- Dicen que la primera reacción ante la tragedia es la negación. No la negación del hecho en sí mismo, sino la negación del dolor. 11-M en Madrid. Otro 11, esta vez con la M, con la eme de Madrid, con la eme de masacre, con la eme de muerte; también con la M del mal.

Una vez más el terror, una vez más el dolor, una vez más las preguntas que llegan a borbotones cuando lo que uno espera son respuestas.

Esta mañana desperté con la idea de recorrer la ciudad en busca de la opinión de la gente sobre el ganador de los próximos comicios. En cambio, me descubrí lleno de interrogantes. ¿Por qué un atentado en la víspera de las elecciones? ¿Por qué un ataque múltiple? ¿Por qué en un tren de cercanías que mayoritariamente transportaba obreros, inmigrantes y estudiantes en la hora pico? ¿Quién hizo esto? ¿Por qué hicieron esto?

A lo largo de la mañana, la radio y la televisión comenzaron a hilar la historia de uno de los días más largos en la historia de la España democrática. Lo primero que viene a la mente es ETA. Y es que la burra no era arisca, pero también comienzan a surgir características que hacen que más de uno se ponga a especular. El ministro del interior, Ángel Aceves, da una conferencia y se apresura a culpar a ETA; lo mismo hace el candidato Rajoy. Como es de esperarse, los contertulios de los programas matinales, se lanzan de frente contra “ETA y su entorno” y de paso se llevan entre las patas al PNV y al Lehendakari Ibarretxe. Y la cifra de muertos no dejan de subir: al principio son 36, al rato son 67, la cifra rebasa los cien, y al momento de escribir esto llega a los 192. Además, hay alrededor de 1500 heridos.

Algo llama poderosamente mi atención, hace ya varias horas del atentado, y ETA no lo ha reivindicado, además, dentro de la locura “revolucionaria” de la banda terrorista, esta siempre ha dado aviso cuando coloca artefactos en lugares públicos. Esta vez el aviso no ha llegado. Las explosiones, se han sucedido una detrás de otra, con una diferencia aproximada de cinco minutos y las mochilas explosivas han sido trece. Esto, a simple vista, habla de la necesidad de varios equipos que coloquen los artefactos. ETA nunca ha actuado con comandos múltiples. De pronto aparece la plana mayor de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, Joseba Permách y Pernando Barrena, realizan una conferencia de prensa y por primera vez repudian el ataque, culpan a “sectores de la resistencia árabe” y expresan su “más absoluto rechazo a una acción indiscriminada contra la población civil”, y rematan diciendo que “lo que ha ocurrido es una masacre, no tiene otra definición”. Es francamente sorprendente, escuchar al llamado brazo político de ETA, rechazando contundentemente la participación de la banda en el atentado.

Comienzan a surgir más dudas: ¿Es ETA capaz de atestar un golpe semejante? Esto sin duda, significaría su suicidio político y la animadversión absoluta de los pocos que siguieran mirándolos con simpatía. Pero al gobierno español, e incluso a la prensa, poco le importa la cautela en momentos en que la gente exige justicia. Los principales diarios españoles, emiten ediciones especiales que aparecen en los quioscos alrededor de la una de la tarde. El país cabecea: MATANZA DE ETA EN MADRID; El Mundo es más precavido y habla de MÁS DE 130 MUERTOS EN LA MAYOR MASACRE TERRORISTA DE NUESTRA HISTORIA.

Es difícil exigir prudencia a los ciudadanos y a los medios en medio del dolor y de la impotencia, pero lo real es que ningún grupo se ha adjudicado el atentado y aunque uno quisiera estallar, encontrar al culpable y descargar sobre él toda la ira, no hay ningún elemento que corrobore la autoría de ETA.

Habla el presidente Aznar, frío, pálido e impertérrito como acostumbra, condena el atentado y reitera que no negociará jamás con los terroristas. Hábil, a diferencia de su delfín y de su ministro del interior, nunca menciona a ETA por su nombre. Sabe que hasta que no exista una confirmación no puede culpar a la banda. Se interrumpe la transmisión de las cadenas y habla el Rey; es la primera vez desde el intento de golpe del 23 de febrero de 1981, que Don Juan Carlos se dirige a la nación en cadena nacional, exceptuando su mensaje anual de navidad. El Rey habla como un padre dolido, pide unidad, firmeza y serenidad ante los atentados.

De pronto, un drástico viraje en la información, la Guardia Civil ha encontrado una furgoneta y en su interior una cinta con versículos del Corán, similares a las que utilizan los suicidas islámicos antes de inmolarse. Aparece una supuesta carta de Al-Quaeda en un diario árabe de Londres, donde aparentemente reivindica el ataque. Ahora sí nadie entiende nada. O más bien todos comenzamos a entender un poco más. ¿Fue ETA o fue Al-Qaeda? Dudo que a los deudos de los muertos y heridos sientan menos el dolor al saber quién mato al padre, al hijo o al amigo. Ya los peritos llegarán a las conclusiones técnicas del caso. Al momento de escribir esto no hay certidumbre de la autoría. La única certeza es la del dolor profundo.

El cobarde ataque contra el pueblo de Madrid, vuelve a ser un recordatorio de que algo anda mal en el mundo. No puede ser que nos acostumbremos al dolor y que la barbarie se convierta en la normalidad. ¿Hasta cuándo viviremos indignados por este nuevo atentado, hasta que ocurra uno nuevo y peor? ¿Y qué si el día de mañana –toco madera– ocurre un nuevo atentado en Londres, o en una nueva ciudad estadounidense? ¿Nos olvidaremos de Madrid y del World Trade Center? ¿Alguien se acuerda ya del último muerto en algún autobús de Jerusalém? ¿Y de qué sirvieron las guerras de Afganistán y de Irak si solo valieron para causar más muertes inocentes y mayor crispación?

Algo anda mal en el mundo y parecemos no darnos cuenta. Algo anda mal cuando la injusticia y la pobreza son ignoradas por la minoría occidental. Algo anda mal, cuando el occidente poderoso y altanero atropella a una mayoría silenciosa que es carne de cañón de un puñado de fanáticos políticos, religiosos y raciales, que ofrecen soluciones rápidas y gloria en la tierra a cambio de la inmolación por la patria, por la raza o por dios.

No podemos seguir respondiendo a la violencia y a la barbarie, con más violencia y peor barbarie. Unos ponen las balas y los inocentes ponen la cuota de sangre. Unos niegan el diálogo como posibilidad y otros mueren en los autobuses, en los trenes, en los edificios o bajo las bombas “vengadoras” y las ocupaciones “humanitarias”.

El mundo necesita retomar el multilateralismo y encontrar los acuerdos necesarios para convivir en un mundo donde los capitales y la información fluyen con la misma velocidad que lo hacen los agravios, el odio y el mal.

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