lunes, 28 de junio de 2010

Encrucijada

El terrible asesinato del candidato del PRI a Gobernador de Tamaulipas significa un golpe tremendo a la gobernabilidad del país. Rodolfo Torre Cantú, era el nombre del candidato y se convertiría sin duda alguna en gobernador habida cuenta de que todas las encuestas le otorgaban márgenes escandalosos de 35 y hasta 40 por ciento de ventaja en las preferencias electorales en el estado más priista de los doce que tendrán comicios el próximo 4 de julio.
Los aun poco claros reportes policíacos, dicen que el candidato habría sido bajado de su camioneta y ejecutado a mansalva en la carretera que conduce hacia el aeropuerto de Ciudad Victoria hacia donde se dirigía para volar y desarrollar actividades de su campaña política que concluiría este miércoles próximo.
El asesinato del doctor Torre Cantú supone el golpe más fuerte hacia las autoridades civiles desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio hace ya dieciséis años. Torre Cantú se convertiría sin duda alguna en gobernador de Tamaulipas. Hace casi un año, en Guerrero sufrimos el cobarde asesinato de Armando Chavarría a la sazón presidente del Congreso y aspirante aventajado a la gubernatura local.
El asesinato de Torre Cantú cimbra las estructuras mismas del Estado Mexicano. Si como todo indica el asesinato fue obra del crimen organizado, estaríamos hablando de un desafío directo al sistema de seguridad nacional. Si a esto sumamos el secuestro aún sin resolver de Diego Fernández de Cevallos el panorama se antoja desolador.
El clima político polarizado y enrarecido por lo menos desde el intento de desafuero a López Obrador en 2004, ha contribuido a la incubación del huevo de la serpiente. La filtración reciente de grabaciones obtenidas de manera ilegal, de sendos gobernadores priistas haciendo ilegalidades (no saben hacer otra cosa), abonan al clima de odio y falta de acuerdos. La soberbia perredista y el autismo de la izquierda más radical, contribuyen igualmente y conforman un caldo de cultivo propicio para el crecimiento de las fuerzas más obscuras del país. La impunidad avalada por la Suprema Corte en casos tan paradigmáticos como el de la Guarderia ABC en Sonora y los miles de secuestros sin resolver no han hecho más que contribuir a generar la certeza de que en México pasa de todo y al mismo tiempo no pasa nada.
México vive momentos muy complicados que requerirían de verdaderos estadistas que fueran capaces de sacrificar su popularidad en beneficio de la patria. No basta con un nuevo llamado del Presidente en corbata negra a decir que “todo el peso de la ley” y demás lugares comunes que hemos escuchado hasta el hastío. El presidente debe de llamar a un Gobierno de Unidad Nacional donde quepan todos los partidos y no sólo su club de incondicionales.
Si Felipe Calderón quiere que la nación entera le apoye, tiene que dejar a un lado la soberbia y el falso valor y convocar a la unidad verdadera. Hoy no sirven de nada los desplantes autoritarios, los disfraces militares ni los golpes histriónicos en el atril. Al presidente le toca como Jefe del Estado Mexicano, convocar a todas las fuerzas políticas, sociales y productivas del país antes de que se desmorone por completo. Veremos igualmente si los priistas son capaces de estar a la altura de las circunstancias y dejan por un instante de pensar únicamente en el 2012 y lo que ellos creen que será su inminente regreso a Los Pinos.
A pocos meses de celebrar el bicentenario del inicio de la lucha de independencia y el centenario del inicio de la Revolución, México enfrenta una nueva encrucijada donde sus protagonistas principales deben escoger si quieren ser recordados como patriotas o como simples jefes de sus respectivas cuadrillas.

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