lunes, 15 de junio de 2009

Nulificarnos

Muchas personas desencantadas de la política y principalmente de los políticos, suelen decir que “todos son iguales”. Sin embargo la realidad nos indica que esto no es totalmente cierto. Para que veamos las diferencias fundamentales analicemos someramente dos casos recientes que ha lastimado e indignado a la sociedad.

Hace casi un año, el 20 de junio del 2008, doce personas murieron a causa de los errores de un operativo policiaco y de la corrupción que impera en las oficinas de licencias y de protección civil de casi todo el país. Aquella terrible noche, cientos de jóvenes quedaron atrapados en una ratonera creada por la propia policía cuya principal responsabilidad es, al menos en el papel, salvaguardar la integridad de los ciudadanos. La indignación ciudadana fue mayúscula, el Jefe del Gobierno del Distrito Federal, el perredista Marcelo Ebrard, tomó cartas en el asunto y cesó a todos los responsables: el Procurador, el Jefe de la Policía y el Jefe Delegacional. Adicionalmente se inició un proceso penal e contra de quienes resultasen responsables como el jefe operativo del sector de la policía y el encargado directo del operativo quienes dieron la orden de no abrir las puertas del antro, provocando así la muerte de los jóvenes y de dos policías.

Por otra parte, hace once días, el 5 de junio, en una guardería subrogada del IMSS un incendio provocó la muerte hasta el momento de la escritura de este artículo de 46 niños. Ni el gobernador ni el director del IMSS ni el presidente Municipal de Hermosillo se han hecho responsables. Y cuando digo responsables, no estoy pidiendo únicamente que renuncien (aunque a estas alturas del partido es lo único que atemperará la tempestad) sino que asuman las facultades que les confiere la ley. A la fecha no hay detenidos ni están fincadas responsabilidades de ningún tipo a ningún tipo.
El esquema de subrogar la patria y subrogar las responsabilidades parece ser el favorito de los neoliberales. Socializar las perdidas y privatizar las ganancias. Si se gana dinero es para el beneficiario del titular del contrato de subrogación; si en cambio ocurre una tragedia, se socializa la responsabilidad hasta diluirla y desaparecerla.

Tenemos que diferenciar las tragedias naturales, inesperadas e impredecibles, de aquellas tragedias con componente humano, totalmente evitables rastreables y con responsables imputables. Independientemente de las responsabilidades civiles y penales en que seguramente habrán incurrido los funcionarios de los tres niveles, hay un segundo nivel de responsabilidad que es el político y el moral. Si esos “servidores públicos” tuvieran un poquito de vergüenza, habrían presentado sus renuncia o al menos las habrían puesto a disposición de sus superiores desde el primer momento. Pero para la mayoría de los políticos la máxima del cacique potosino Gonzalo N. Santos parece ser lema de vida: la moral es un árbol que da moras.

La clave de la política actual pareciera ser la resistencia, esto es, aguantar el vendaval hasta que un nuevo escándalo haga olvidar el actual. La sociedad ha dejado de indignarse públicamente por las matanzas que son cosa ya de todos los días en todos los rincones del territorio nacional. Hace unos meses, México se estremeció con la tragedia del joven Martí, secuestrado y asesinado cobardemente pero al cabo de poco tiempo nadie recuerda el lastimero y desgarrador “si no pueden váyanse” que expresara ante el presidente de la república y los gobernadores de los estados el dolido padre.

Basta ya de políticos que pretendan subrogar responsabilidades. Basta de un país donde nadie es responsable de nada. Basta ya de una clase política vieja y anquilosada que pretende resolver los problemas aventándose la bolita. Mientras los ciudadanos no se pongan de pie y exijan lo que es suyo, seguiremos siendo victimas de políticos cuyo único compromiso sea con el espejo. Mientras existan gobernadores que protejan a pederastas, candidatos golpeadores de mujeres, asesinos disfrazados de caciques y corruptos disfrazados de empresarios, seguirán ocurriendo casos como el de Hermosillo ante la mirada impávida de una sociedad pasiva, inexistente, desidiosa y nulificada. Una sociedad en blanco.

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