lunes, 11 de abril de 2011

Protección Civil

La naturaleza es sabia, es cíclica y es justa. El hombre, en su intento absurdo por dominar y controlar una fuerza claramente superior, a menudo se enfrenta al latigazo del poderío descomunal del cosmos. El universo se encuentra en constante expansión. La tierra sigue acomodándose y las fuerzas que dieron origen a la actual conformación de los continentes permanecen vivas y en acción. La vida de los individuos e incluso de las civilizaciones es insignificante comparada con el tiempo del mundo y del universo.
En nuestro marco de referencia sin embargo, los periodos vitales son cíclicos y recurrentes. Sabemos por ejemplo que al frío del invierno seguirán el calor y estiaje de la primavera (con todo y sus incendios) y a continuación la temporada de lluvias y huracanes. El único impacto externo difícilmente predecible es el de los movimientos telúricos.
Japón es un país con una cultura de la protección civil y de la organización social mucho más elevada que la mexicana. Por años han fomentado la educación en materia de prevención y desarrollado tecnologías en observación, monitoreo y alertas sísmicas. A pesar de ello, la magnitud del triple impacto recibido recientemente (sismo + tsunami + peligro radiactivo), puso a temblar no sólo la seguridad sino la economía, la soberanía y la viabilidad de la nación en el corto plazo.
¿Qué puede entonces esperar un país como México ante una tragedia similar? ¿Qué un estado pobre como Guerrero? México ha hecho esfuerzos notables a partir de los desastrosos seísmos de 1985. Las escuelas y edificios públicos realizan simulacros periódicos con mayor o menor éxito y eficacia. En teoría revisiones de las obras se realizan frecuentemente y las licencias de construcción tienen que contar con el visto bueno de Protección Civil. Desafortunadamente, la corrupción, ese cáncer sistémico que padece nuestra nación, hace que mas de uno pongamos en tela de juicio la situación real de nuestros edificios y construcciones ante un evento de magnitudes extremas.
En el ámbito local, hemos insistido en la revisión permanente de los asentamientos humanos en lechos y márgenes de ríos, arroyos y presas. Los seres humanos tienen la falsa ilusión de que si un río no ha tenido torrente en los últimos años, ya nunca lo tendrá. Olvidamos con facilidad las tragedias que hemos tenido. Nadie se acuerda ya de Tara, de Boris o de Pauline. Nadie habla ya de Henriette o de las terribles inundaciones producto de una tromba que azotaron diversas colonias populares de Acapulco apenas el año pasado. Hoy podemos ver con tristeza que muchos de los problemas que provocaron aquellos desastres permanecen y se acrecientan: asentamientos irregulares, asentamientos “regulares” sobre lo que era la laguna y azolvamiento de los cauces por deshechos y cascajos tirados impunemente sobre el Río de La Sábana, entre otros. No hace falta ser nigromante o adivino para saber lo que pasará si un huracán, tormenta tropical o tromba, vuelve a azotar las zonas de riesgo.
Lo ocurrido en Japón debería de ser suficiente experiencia para que volcásemos mayores esfuerzos (sociales, presupuestales, organizacionales) en la prevención de los desastres futuros. Como en el tema de la salud pública, en materia de protección civil debemos de pasar de una política pública correctiva a una preventiva. Es incluso un asunto de economía no sólo de vidas en riesgo.
La sociedad, la iniciativa privada y el gobierno, deben de coordinarse para tapar los pozos antes de que se ahoguen los niños. Porque lo que es un hecho es que los impactos vendrán en forma de meteoro o de sismo pero vendrán.
Guerrero es un Estado con 65,000 metros cuadrados de extensión, con 500 kilómetros de litoral pacífico y asentado apenas debajo del Eje Neo-Volcanico; frente a nuestras costas convergen tres placas tectónicas continentales: la de Cocos, la del Caribe y la Norteamérica. Nuestro querido estado tiene todos los elementos para sufrir tragedias naturales inconmensurables.
No se trata de generar pánico o psicosis colectiva. Se trata de conocer y aceptar la situación real sobre la que vivimos y actuar en consecuencia. La protección civil y la prevención de riesgos deben de ser temas de todos los días y no únicamente tópicos cíclicos de moda. Estamos a tiempo. Hagamos lo necesario para prevenir que de nada nos servirá lamentar.

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