lunes, 7 de marzo de 2011

El patio trasero

Los acontecimientos en Libia suben de intensidad, aunque cada día parece más remota una salida al conflicto que no implique un baño de sangre inocente. Lo que en un principio parecía un conflicto social semejante al egipcio, se ha convertido en una inminente y cruenta guerra civil. Muamar el Gadafi parece no tener la intención de abandonar el poder pacíficamente buscando un exilio dorado, como han hecho sus homólogos defenestrados. Ha dicho que morirá matando. Parece imitar lo que decía el gran intelectual priista y líder obrero vitalicio Fidel Velázquez: “a balazos llegamos y sólo a balazos nos iremos”.
Las aristas del tema son diversas. Para empezar, Libia es el mayor proveedor de petróleo para Europa. Durante años, los países occidentales han ignorado las violaciones a los derechos humanos en los países islámicos, particularmente los mediterráneos. Han preferido la política de la avestruz. Han preferido no ver lo evidente. Nadie quiere un conflicto a 1000 kilómetros de Roma. Un avión MIG de fabricación rusa, podría llegar de Trípoli a Roma en menos de una hora con la carga que quisiera transportar.
África del Norte ha sido durante años –parafraseando a los norteamericanos y su relación con América latina– su “backyard” su patio trasero. La relación entre España y Marruecos; Francia y Argelia; Libia e Italia; ha sido estrecha, tensa, intensa y complicadísima. Los lazos culturales, económicos e históricos son milenarios. Desde los tiempos de la antigua Cartago el comercio y la guerra en el Mediterráneo han ocurrido de manera periódica. Para occidente, Libia no es un lugar remoto, desconocido y olvidado como Vietnam, Afganistán o Irak. Por ello y por la amenaza que implica a la seguridad interna de la Unión Europea, es previsible y acaso deseada, una participación “humanitaria” internacional coordinada.
El pueblo libio parece estar abandonado. Es víctima del fuego cruzado en la lucha por el petróleo. Es difícil aventurarse a adivinar lo que ocurrirá en los próximos días y las consecuencias que un conflicto de estas dimensiones traerán al país, a la región y al mundo entero. Por lo pronto, los precios del crudo se han disparado producto del nerviosismo y de la especulación financiera.
El mundo es un pañuelo y lo que pasa en Libia afecta al mercado mexicano. Por eso es necesario avanzar en el tema de la gobernanza mundial. El tema surge cada que hay un conflicto global pero se vuelve a esconder en cuanto se calman los vientos. La delgada línea que separa la soberanía de las naciones del interés mundial tiene que ser discutida y debatida. En nombre de ésta (doña Soberanía), se han permitido atroces crímenes de lesa humanidad y genocidios intrafronterizos.
Las potencias mundiales sufren de una especie de miopía selectiva: sólo ven lo que quieren ver. Por ejemplo, nadie dijo nunca nada sobre los excesos y las extravagancias de los dictadores que han caído como piezas de dominó en la región mediterránea. De la misma manera, nadie parece indignarse por el estilo de vida de los jeques árabes que gastan a manos llenas durante sus vacaciones veraniegas en las costas españolas, francesas o italianas. Reino Unido no parece indignarse de las fortunas que gastan los Gadafi en sus tiendas y los Estados Unidos reciben con los brazos abiertos a los príncipes petroleros –aun con señalamientos de ayuda al terrorismo– siempre que presenten sus tarjetas platinadas por delante. En el colmo de la impunidad enmascarada de libertad, el sistema bancario Suizo llena sus arcas de dinero sangriento. En una nueva modalidad, ahora “descubren” a los sátrapas, se dicen “indignados” por su fechorías y les “retienen” el dinero que han saqueado de sus pobres países. Ladrón que roba a ladrón…
Sin embargo, el tema de Libia si puede significar un cambio en este sentido. Europa no puede mirar a otro lado cuando el fuego le está llegando a los aparejos. El mundo no puede mirar hacia otro lado mientras un desquiciado –a cuyo lado Sadam Hussein podría pasar como el gran estadista– dispuesto a todo, masacra a su pueblo y amenaza al mundo con armas de destrucción masiva, apenas al otro lado de ese gran charco que es el Mediterráneo.
Veremos si los grupos de la sociedad civil organizada europea que tanto se indignan de lo que pasa en América latina y otros lugares remotos del mundo, actúan con el mismo ahínco cuando se trata de su patio trasero y no de el del vecino. Veremos si los gobiernos, la ONU, la OTAN y otras instituciones, por fin dejan de hacer exhortos y comunicados y pasan a la acción efectiva.

No hay comentarios: