lunes, 19 de abril de 2010

La Madre Tierra

La Organización de las Naciones Unidas, decidió, en su 80va sesión plenaria del 22 de abril del 2009, designar a dicha fecha como el Día Internacional de la Madre Tierra.
El mundo ha sido sacudido en este 2010 por diversos fenómenos naturales que de alguna manera nos han hecho reflexionar sobre nuestra relación con el planeta. Seísmos como los de Haití, Chile, Mexicali y China; temporadas invernales fuera de tiempo; grandes inundaciones en Michoacán, Estado de México y el Distrito Federal; una gran nube de cenizas volcánicas que mantiene paralizada a Europa.
Más allá de conclusiones simplistas y apocalípticas, la realidad es que es necesario que los humanos modifiquemos nuestra relación cotidiana con la casa en la que vivimos. El mundo no nos fue heredado por nuestros padres, nos fue prestado por nuestros hijos, dicen que dijo cierto malogrado político sonorense. Ese debiera de ser el mantra de nuestro paso por la tierra. Deja el lugar como te gustaría encontrarlo, decían las maestras de preescolar.
El equilibrio y la armonía, la sustentabilidad deben de surgir de adentro hacia fuera. Del corazón de cada quien hacia el resto de la humanidad. Porque las medidas coercitivas y las amenazas del fin del mundo de poco han servido. Solo el amor y la búsqueda del bien común harán que algún día los hombres nos veamos como hermanos y luchemos por preservar lo que tenemos para las siguientes generaciones. Mientras la humanidad siga pensando en el individuo sobre el colectivo, de poco servirán las campañas cíclicas de concientización colectiva.
El cambio se logra poco a poco. El cambio comienza con uno mismo. Porque si somos incapaces de corregir las actitudes propias difícilmente podremos cambiar nuestra relación con los demás. Por eso la primera gran tarea hacia la armonía con la madre tierra es intentar la armonía con uno mismo. Y los grandes cambios comienzan por pequeños pasos. Poco a poco, se va lejos. No necesitamos dar grandes golpes de timón. Las resoluciones de año nuevo difícilmente duran más allá de febrero. Vale más dar pasitos firmes y sostenidos que volantazos espectaculares.
Para homenajear a la Madre Tierra no es necesario encadenarse a los barcos balleneros japoneses ni dejar de comer carne de vacuno. Homenajear a la Madre Tierra se puede lograr siendo un buen ciudadano, honesto, sincero, trabajador y responsable. Un esposo, novio o compañero amoroso y desapegado. Un hijo o un padre generoso y dadivoso.
Para homenajear a la Madre Tierra hay que ser un actor político que impulse políticas publicas de largo alcance y no solo medidas estridentes y espectaculares, cortoplacistas y populistas.
Homenajear a la Madre Tierra es reciclar, reutilizar y recoger. Es exigir la paz en nuestras calles y luchar por el regreso de la calma a nuestras ciudades. Es impulsar el respeto al derecho ajeno y la aceptación de nuestras diferencias y preferencias personales. Homenajear a la Madre Tierra es ser puntual y serio es ser respetuoso con las normas y las convenciones que los hombres nos hemos dado.
Homenajear a la Madre Tierra es sembrar y cultivar el jardín interior. Es leer y prepararse, es explorar y escudriñar, es cuestionar y preguntar. Es buscar las respuestas a todas las preguntas y buscar nuevas preguntas a las respuestas establecidas.
Homenajear a la Madre Tierra es buscar la paz interior y la exterior. Es hacer el bien y procurar el bien de la comunidad. Es respetar y cuidar el medio ambiente, cuidar los bosques y las selvas. Proteger a los jaguares, tigres, ballenas, tortugas y demás especies en extinción. Es amar al mar y amar profundo.
Homenajear a la Madre Tierra es estar conciente de nuestro fugaz paso por ella. Es estar concientes de que somos residentes temporales. Es intentar hacer de nuestra casa un mejor lugar para las generaciones venideras. Es intentar vencer las cadenas y derribar los muros que separan a los que todo tienen de los que de todo carecen.
Este 22 de abril, homenajeemos a nuestra Madre común, a la Madre Tierra, intentando ser mejores personas y empezando a corregir nuestros defectos de carácter. El cambio de todos se comienza por el cambio de uno mismo.

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