lunes, 21 de diciembre de 2009

La mar

Así en femenino mucho mejor. La mar, ese inmenso y casi desconocido lecho salado que cubre la mayor parte de la superficie de la tierra, es el origen mismo de la vida en ésta y es donde se encuentra su futuro.

México tiene un litoral de 9, 330 kilómetros uno de los mayores del mundo. Además, sus costas son bañadas por dos de los más grandes océanos. Y sin embargo, los mexicanos vivimos de espaldas al mar.

En México el consumo de productos marinos es muy escaso. Esto se debe a diversos factores, algunos sin duda económicos pero otros más cercanos al tema del gusto y la cultura nacional. Hay estados como Guerrero, donde en la Costa Grande el platillo favorito y que define a la región es el cerdo relleno que poco tiene que ver con el inmenso y riquísimo litoral (sólo Guerrero tiene casi 500 kilómetros de costa del Pacífico).

La flota pesquera mexicana es inexistente a nivel industrial y es ampliamente superada por países de la región como Perú y Ecuador con mayor tradición pesquera (no por nada son los padres del ceviche). La pesca industrializada sólo existe gracias a algunos esfuerzos particulares, claramente los camaroneros sinaloenses y sonorenses y los atuneros bajacalifornianos.
La mar es además la vía de comunicación mundial más viable, económica y sostenible. Baste señalar que dos terceras partes del comercio mundial se realizan a través del mar.

A través y gracias al mar, los fenicios, primeros grandes comerciantes de la humanidad, llevaron y trajeron mercancías, conocimientos, religiones y leyendas a lo largo y ancho del mediterráneo. A través del mar, Marco Polo conoció la China y comenzó a abrir un hueco de luz en la oscura Europa medieval. Algunos años antes en el Báltico se desarrolló el comercio de los llamados países Hanseáticos que formaron la primera liga de comercio internacional. Por esas fechas un vikingo seguramente bajo el influjo del aquavit, el aguardiente escandinavo hecho a partir de granos, llegó sin saberlo a la costa de lo que después sería conocido como América.

En la mar, Inglaterra derrotó a la hasta entonces llamada Armada Invencible de los Españoles que junto con los portugueses se habían dado a la tarea de tender puentes comerciales e imperiales por América, África y Asia.

El puerto de Acapulco en Guerrero, fue durante 250 años (de 1565 a 1815) base del llamado Galeón de Manila conocido en México como la Nao de la China que trajo desde el oriente y hacia Europa, maderas preciosas, sedas, especias, porcelanas y otras artesanías, inaugurando la globalización antes de que los académicos le pusiera nombre.

Gracias y a través de la mar, los europeos recibieron el café, el chocolate, el té, la pasta, el tomate, las especies, y la papá sin las que sería impensable su cultura. Por la misma vía recibió el mundo la pólvora, la brújula y el papel de los chinos, los números y el alfabeto de los árabes y las religiones de medio oriente que también en barcos se implantaron por el mundo a punta de espada y sangre.

Y sin embargo, México vive de espaldas al mar. Los gobiernos de México le han dado poca o nula importancia al mar. Las ciudades costeras niegan y sufren su coexistencia con el mar. Pareciera que el mar les estorbara como si de una pared se tratara. No existe el transporte regular de pasajeros ni de mercancías a través de nuestros mares. Si un habitante de Acapulco quisiera enviar mercancías a Mazatlán, tendría que hacerlo por tierra y pasando siempre por el centro en el sistema radial de desarrollo que malamente nos hemos dado.

La mayor parte de la población únicamente asocia al mar como fuente de placer vacacional pero nunca como oportunidad para el desarrollo. En esta semana incluso, la Marina de Guerra de México realizó un importante operativo contra la delincuencia organizada en la ciudad de Cuernavaca (la ciudad de la eterna balacera ya le llaman maliciosamente) en el Estado de Morelos donde, como todos sabemos, existen importantes puertos marinos como Tepoztlán o Cuautla.

Hoy el gobierno nos dice que “hay un tesoro en el fondo del mar”. Uno de los argumentos principales para abrir a Pemex a la inversión privada (nacional o extranjera) es precisamente la falta de capacidad técnica que tenemos los mexicanos para explorar en el subsuelo marino.

El mar es fuente de vida, es historia y es futuro. Es también inspirador de cultura, de amor y de sueños. Viendo el mar y escuchando su canto, uno puede viajar hasta mundos soñados. Las distancias desaparecen al doblar el horizonte. Infinidad de cartas embotelladas han viajado a través de la historia de la humanidad y a uno le sale lo poeta con solo mirar a ese gigante útero de toda la humanidad. Por eso cuentan que alguna vez un joven mexicano le comentó al gran Pablo Neruda al admirar la vista maravillosa de su casa de Isla Negra en la costa chilena: “Uyy Don Pablo, pues así cualquiera escribe…” a lo que el Nobel, lacónico, respondió “Sí, pero no bien.”

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