lunes, 19 de octubre de 2009

Diálogo de sordos

El pasado domingo se cumplió una semana del decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro. Lo que en un principio parecía un triunfo claro del Gobierno Federal se tornó, hacia fines de la semana, en un problema social mayúsculo principalmente por la magnitud de la movilización que se realizó el jueves en la Ciudad de México.

De acuerdo con las crónicas periodísticas al menos 150,000 mexicanos se manifestaron en contra de la medida presidencial y a favor del Sindicato Mexicano de Electricistas. Es cierto que México es un país de más de 104 millones de personas y que 150,000 acaso representan el 0.1% del total pero sin duda la movilización fue mucho mas numerosa de lo que esperaban tanto el sindicato como el ejecutivo.

El domingo pasado en conferencia de prensa, el soberbio y altanero Javier Lozano, Secretario del Trabajo, anunciaba con bombo y platillo que todo marchaba sobre rieles. Sin embargo a pregunta expresa de una reportera, respondió que “sólo” tres días habían cobrado su liquidación un total de 2597 trabajadores. Si Pitágoras no miente, aun con la situación económica apremiante, han cobrado su “generosa” liquidación con bono extra incluido, un promedia de 856 trabajadores por día. Si el ritmo se sostuviera, harían falta 46 días mas para que los 42,000 trabajadores hoy en la calle, pasen a cobrar su finiquito.

Sin embargo, tengo la impresión de que después del músculo que mostraron el sindicato y sus aliados, muchos trabajadores lo pensarán detenidamente antes de dejar de luchar. Mas aún, si el gobierno piensa que “liquidando” terminará con el ímpetu de la revuelta está cometiendo un gravísimo error. Muchos cobrarán su liquidación pero seguirán peleando. Comerán la carnada pero no morderán el anzuelo.

La marcha del jueves pasado, fue la primera movilización popular importante del sexenio. El presidente acaso haya conseguido la proeza de despertar y unificar a la oposición de izquierda en contra suya. Y gran parte de la indignación es precisamente la forma (el “modito” diría Mauricio Merino) en que se operó la desaparición de la paraestatal. Por eso Jesús Reyes Heroles decía que forma es fondo. No es un asunto menor que el gobierno, encargado de la aplicación de las leyes, actúe en la oscuridad, a media noche y a escondidas como sí fuera una obra de delincuentes.

Apenas el jueves pasado, tras la marcha en el zócalo capitalino, se anunció la instalación de una “mesa de negociación” en la Secretaría de Gobernación cuya vida útil fue de apenas una sesión. Está claro que un diálogo de sordos está condenado al fracaso. La mesa de dialogo fue una estrategia de unos y otros para ganar tiempo, replegarse y volver a la refriega. El gobierno ya anunció que no habrá marcha atrás. Javier Lozano en cambio, ya ofreció clases de inglés para los trabajadores que acepten cobrar su cheque de caja. Del otro lado, el periódico Milenio informó en su edición del lunes que Martín Esparza, líder no reconocido del Sindicato Mexicano de Electricistas, tiene un negocio paralelo donde ofrece a gobiernos y particulares la generación de energía eléctrica a través del procesamiento de residuos orgánicos.

El liderazgo sindical tiene que ser responsable y tener una estrategia clara de lo que significaría para ellos convertir una derrota en una victoria. Quizás una salida ganadora sea organizarse para exigir una recontratación masiva en la nueva empresa que necesariamente habrá de surgir para atender las zonas que cubría Luz y Fuerza del Centro. Si insisten en el todo o nada, la llama que se encendió el jueves acabará languideciendo hasta desaparecer.

Por su parte, el gobierno tiene la oportunidad de oro de ganar la legitimidad que nunca le dieron las urnas, yendo a fondo y acabando de una buena vez con los privilegios de otros sindicatos pero además y de manera primordial, con los intereses particulares de otros monopolios (públicos y privados) que frenan la competitividad y hacen imposible cualquier avance hacia el futuro.

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