lunes, 20 de julio de 2009

Refundar

“… si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. […] ¿Y qué ocurrirá entonces? ¡Bah! Negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil, y luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado.”
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo (1958).


El PRD nació como la gran casa que daría alojo al movimiento nacional surgido a raíz de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la República en 1988. La heterogeneidad y diversidad de los diferentes integrantes del Frente Democrático Nacional (donde había desde priistas hasta ex guerrilleros) requería que la nueva casa fuera lo suficientemente ecléctica para que en ella cupieran y pudieran cohabitar todos sin sentirse incómodos. Más aún, en la arquitectura institucional del PRD se incluyó todo un capítulo (el XIV del Estatuto) mediante el cual se institucionalizaba e intentaba regular la existencia de las llamadas “corrientes de opinión” es decir, las tribus.

El PRD actual no responde ya a las necesidades ni del país ni del movimiento popular. El PRD se ha convertido en una empresa gobernada por burócratas profesionales que no tienen ni idea de la realidad nacional. El PRD y las corrientes se han convertido en agencias de colocación para acceder a puestos públicos y de elección popular. El PRD actual no ha sabido abanderar las luchas de la base ni orientar la batalla política nacional. Desde los municipios se percibe a las dirigencias estatales y nacional lejanas y burocratizadas. Los “dirigentes” no salen de sus cómodas oficinas capitalinas y de los comederos y cafés de grillos. Las candidaturas no se determinan en base a los meritos o capacidades, se reparten en función del peso de cada tribu.

El PRD ha dejado de tener un Proyecto de Nación. En cambio, cada uno de sus “dirigentes” opinan indiscriminadamente sobre cada tema de acuerdo a filias y fobias grupales. La formación política es inexistente. El debate ideológico ni se da ni se propicia. El PRD ha extraviado incluso algunos de los valores fundamentales que existían en las formaciones tradicionales de izquierda como la fraternidad, la solidaridad y la camaradería. La democracia interna es la más cuestionada por propios y extraños. Paradójicamente el partido que promulga la revolución democrática, carece de ella. En el PRD no existen los líderes sino los caudillos infalibles poseedores de la verdad absoluta con sus respectivos apóstoles estatales, regionales y municipales. No tenemos medios de difusión modernos; no hay recambio generacional, la gerontocracia ocupa todos los espacios, los jóvenes, las mujeres, los indígenas y demás grupos vulnerables, sólo son tomados en cuenta para simular con las cuotas y acciones afirmativas.

Sin embargo, el PRD tiene entre sus filas la mayor riqueza a la que cualquier organización política pueda aspirar y esta es su magnífica y heroica militancia, comprometida, luchadora y trabajadora. En todos los rincones del país, son los perredistas de a pie los primeros en dar un paso adelante frente a la injusticia y la desigualdad. En cada rincón del estado de Guerrero, Tabasco o Michoacán existen militantes que muestran orgullosos, como medallas de guerra, las credenciales de afiliados firmadas por Cárdenas y las acreditaciones de plantones, éxodos y demás hazañas y reliquias de la lucha por la democracia.

La crisis del PRD es grave y profunda. Los que no quieren verlo son aquellos que parasitan alegremente parapetados en las diferentes tribus. Aquellos que pudieron colocar a sus incondicionales, familiares o a sus compañeros sentimentales en puestos de elección o de dirección. Aquellos a los que no les importa que el partido haya obtenido el 12% de la votación porque de cualquier manera con este les alcanza para 70 diputados, unos 20 senadores y sus respectivas prerrogativas. Les tiene sin cuidado que en algunas entidades (Campeche) se haya caído hasta el sexto lugar de la votación; que en al menos siete (Aguascalientes, Baja California, Colima, Chihuahua, Durango, Nuevo León y Sinaloa) al quinto lugar; y que en Coahuila, Guanajuato Jalisco, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas y Yucatán, ocupemos el cuarto lugar. No les interesa ser gobierno porque de hecho les iba mejor siendo oposición y arreglándose con el gobernante en turno. No les interesa triunfar electoralmente porque siempre ganan perdiendo y transando.

La única salida que veo para el PRD proviene –paradójicamente– de uno de los caudillos que contribuyeron a su debacle. Cuauhtémoc Cárdenas propone: “… aplicar los mandatos del estatuto para volver a la legalidad interna… convocatoria del Presidente del partido para que se reúna el Consejo Nacional… el Presidente, el Comité Ejecutivo y los integrantes de todas las comisiones y órganos de dirección y representación debieran presentar su renuncia ante el citado Consejo.
Dado este paso, el Consejo tendría que proceder a realizar las necesarias substituciones, a las que daría el carácter de provisionales y a las que mandataría poner en marcha un proceso de reorganización del partido, a partir de la renovación y fortalecimiento de sus bases territoriales y la vinculación con las verdaderas problemáticas populares y nacionales. Hecha la designación de los cuerpos y dirigentes provisionales, el actual Consejo Nacional debiera votar su propia disolución.
La dirección provisional debiera ser dotada de plenas facultades para el gobierno, la reorganización y conducción del partido en el período de transición, que tendría que abrirse desde este momento y hasta la elección del nuevo Presidente, Secretario General y Consejo Nacional, que debiera celebrarse después de la realización de un Congreso Nacional Extraordinario en el que se aprobaran nuevos documentos básicos y un padrón levantado a partir de la reafiliación de los militantes y de llevar a cabo, simultáneamente, una intensa campaña de afiliación. Se trata de reconstruir el partido desde sus bases
.”

Nada se resolverá cambiando a unos por otros. Si no nos transformamos profundamente podemos cambiar todo pero todo permanecerá igual. El PRD ha abandonado su alianza con la sociedad a cambio de un matrimonio por conveniencia con los poderes fácticos. En las condiciones actuales ni la dirigencia nacional ni las estatales representan a nadie. Por dignidad –si es que tuvieran alguna– debieran hacerse a un lado y permitir que el aire fresco ventile la casa que alguna vez fue de todos y que hoy es ocupada por un puñado de burócratas adocenados.

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