lunes, 13 de julio de 2009

Cónclave

Dicen los expertos que el primer paso para corregir un defecto es reconocerlo. El sábado por la tarde, mientras Michoacán era fuertemente golpeado por el fuego criminal, en un hotel de Morelia, los jerarcas del Partido de la Revolución Democrática se encerraban para intentar explicarse el varapalo recibido en las urnas apenas el domingo anterior.

Debo decir que el resultado de tan sesudas deliberaciones me decepcionó profundamente. Ni un ápice de autocrítica. “Amnistía” para los militantes que apoyaron a otros partidos (pégame pero no me dejes), buscar la reconciliación con AMLO (o sea que sí había rompimiento) y que la dirigencia nacional se mantenga en sus puestos. Es decir, quedarnos exactamente igual que como estábamos antes del 5 de julio.

Los doctores que se reunieron en cónclave han dictaminado que el paciente no está ni enfermo. Han dictaminado que por el momento lo más importante es que el cuerpo médico se mantenga unido. Por el momento no es necesario hacer análisis ni aplicar tratamientos, lo importante es que los doctores se mantengan cohesionados y logren que el galeno que encabezaba el equipo antes de provocarle el coma regrese para intentar revivir al paciente.

Me resisto a la idea de que diez obispos se encierren en una suite a definir el destino del movimiento popular hecho partido. El PRD es un gran partido con la mejor militancia que se pueda encontrar. El problema no son los soldados sino los generales. La única salida posible a un problema de este tamaño es la discusión en un Congreso Nacional del destino del partido.

Propongo disolver las dirigencias, pedirle al IFE que organice un proceso interno para elegir delegados a un Congreso y en él, definir democráticamente el rumbo del partido. El mejor legado que puede hacer la dirigencia actual es la conducción a una Gran Asamblea Nacional de refundación del partido. La estructura alrededor de la cual se organizó el movimiento social hace 20 años, no responde ya a la actualidad política del país y mientras no nos adaptemos a esa realidad, seguiremos colisionando con la realidad. El PRD, tiene que ser un movimiento flexible a las alianzas pero al mismo tiempo dinámico y disciplinado.

El peor error que se puede cometer es seguir creyendo que el problema no existe y que los defectos se solucionan simplemente ignorandolos.

PD: Leoncio. Si tuviera que utilizar una sola palabra para intentar describir a mi amigo Leoncio Domínguez diría solidario. Los que de alguna manera vivíamos a su alrededor, podemos dar fe de las decenas y decenas de gestiones que Leoncio realizaba en nombre de otros. Nunca para él, siempre para los demás. En esta última etapa, Leoncio solía aparecer por mi oficina acompañado de Carlos Reyes y una batería de proyectos culturales, sociales y políticos que difícilmente llegarían a buen término. Pero eso nunca detenía al buen Leoncio que al poco tiempo regresaba con las pilas cargadas y un nuevo legajo de ideas bajo el brazo.

A principios de este año, impulsados por él, intentamos crear un nuevo grupo (Marqués) que jamás llegó a cuajar principalmente por los males atávicos que rodean a dichos proyectos: el burocratismo, el dogmatismo y la maldita costumbre de convertirse en una asociación para “bajar” recursos del gobierno.

Pocos saben que él fue el más incesante promotor y gestor para Othón Salazar en sus últimos días. Desde luego que la historia, las notas periodísticas y las fotografías no lo consignan así pero los que estuvimos cerca de ese trágico suceso sabemos que Leoncio insistió hasta el último día para que llegara el reconocimiento oficial al maestro de la montaña. Leoncio hizo el trabajo, otros se tomaron las fotos. Esta es la historia de los gestores y promotores anónimos a los que les mueve el deseo de ayudar y de crear y nunca el de figurar o protagonizar. Descanse en paz.

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