lunes, 5 de septiembre de 2011

‎Educación, Investigación, Innovación y Rebeldía


"Necesitamos otra educación para otra sociedad y otra sociedad para otra educación." (Karl Marx)


Suele decirse hasta el hastío, que la educación es la llave del futuro. De tanto que se dice y se cacaraquea hasta suena a lugar común. La educación en realidad representa no sólo el futuro de un país sino que significa su única posibilidad de viabilidad.
La educación va mas allá de la formación de analfabetas funcionales. Educar no significa desahogar programas educativos anuales como un mero tramite burocrático. Educar significa sobre todas las cosas enseñar a aprender, a crear, a innovar, a inventar. Y para llegar a esto es indispensable el cuestionamiento de la realidad tal y como la conocemos.
La rebeldía, la inconformidad y la curiosidad son las claves de la innovación.
Por eso un país que impulsa las artes, la cultura y la creación, es al mismo tiempo un país que impulsa el desarrollo económico.
Los niños necesitan dominar de una serie de conocimientos y herramientas básicas. Mas vale saber bien pocas cosas, que saber mal muchas. La escuela debe formar para el aprendizaje permanente y continuo. Es mejor aprender a aprender, que memorizar como periquitos.
Desde mi punto de vista, la educación básica se debería de concentrar en el conocimiento pleno y dominio de las cuatro operaciones aritméticas elementales; de la lectura oral y comprensión de textos; de la redacción adecuada de ideas –al margen de la normatividad obtusa que en vez de acercar, aleja a los niños de las letras–; del conocimiento de los aspectos fundamentales de la historia nacional y contemporánea, y del civismo.
Los niños deben de aprender a cuestionar, a desafiar, a contravenir. De lo contrario en vez de estar formando creadores de conocimiento los estamos condenando a ser meros receptores de ideas ajenas.
Los países que no generan conocimiento, que no generan ideas, que no inventan productos, están condenados al fracaso y a la dependencia económica.
Solo basta mirar los indicadores de Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI, www.wipo.int) para asomarnos a la triste realidad: estadounidenses, chinos, alemanes, japoneses y en menor medida, europeos, encabezan las listas. América latina no existe salvo por la honrosa excepción del Brasil. En México lo poquito que hay es gracias a la UNAM, al IPN y a un puñado de instituciones públicas.
De continuar así, México estará condenado a ser un país importador de conocimientos y exportador de materias primas y mano de obra barata y, en consecuencia, condenado al rezago.
Pero ¿qué tienen en común los países donde se crean las ideas? un decidido apoyo del Estado a la educación. Curiosamente en dichos países no se han puesto en práctica los dictados del FMI y del Banco Mundial sobre la privatización del sistema educativo. Un dato comparativo. En tanto nuestro país invierte 1,480 dólares anuales en educación secundaria por alumno, en los Estados Unidos de América destinan 19,220. Por ello el elevado subsidio tributario de México con la exportación de mano de obra joven y calificada.
Me alegra que los movimientos estudiantiles están de vuelta y con nuevas tecnologías. Desde el 68 universal y mexicano los estudiantes pasaron del mimeógrafo, del magnavoz y la gubia a las redes sociales y al BlackBerry. Las manifestaciones en Londres, en Madrid y Barcelona; las revoluciones de la primavera árabe y las inauditas en Israel tienen como común denominador la alta presencia juvenil y estudiantil. Las demostraciones de inconformes e indignados –no sin algo de ira y de coraje– tienen entre sus objetivos comunes la educación gratuita, laica, de calidad.
En nuestra América Latina los estudiantes brasileños y chilenos se levantan contra la herencia de las dictaduras que los gobiernos de transición no se atrevieron a reformar. Los chilenos han sido especialmente creativos, firmes, inteligentes y combativos, bajo el liderazgo carismático de Camila Vallejo una bellísima joven comunista, estudiante de geografía de apenas hermosos veintitrés años.
Camila es el rostro bello de los estudiantes Chilenos, de la juventud y de la revolución de la alegría. Los estudiantes con el apoyo de la sociedad demandan una reforma constitucional, reclaman la gratuidad del sistema educativo, el carácter público, nacional y laico.
Un movimiento que incita a recordar la canción de Violeta Parra: Me gustan los estudiantes, 
porque son la levadura
, del pan que saldrá del horno
, con toda su sabrosura, 
para la boca del pobre
, que come con amargura.
El conocimiento es el principal valor agregado de la nueva sociedad. Para generar conocimiento, es necesario apoyar decididamente a los estudiantes. Un país sin estudiantes capaces, libres y rebeldes, está condenado a ser carne de cañón de los capitales e intereses extranjeros. Sin educación de calidad, sin investigación y desarrollo no puede haber soberanía, independencia ni libertad.

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